Pampita está cansada de sonreír. Le duelen
bastante las mandíbulas cada vuelta que posa
ante las negras cámaras. Se acuerda de sus años
de adolescente a veces, por las noches.
Entonces un oscuro chileno le escribía
versos azules como la luna y la tristeza.
Ella le sonreía pero lo desechaba
sin más porque era un roto: un trasandino.
Cómo cambian las cosas. Los millones le duelen,
y hacer fierros, y todas las dietas que deglute.
Margot que oculta sus modales de chirusa,
ríe y sonríe y no concilia el sueño.