El cuchillo que el hombre
que habla conmigo de hace
unos cinco minutos
y que blande en su mano
derecha tantas vueltas
fue afilado que ya
se parece a una bruta
aguja de coser
del catorce (¿se dice
así, madre amadísima?)
y, al empuñarlo, el hombre
repite que a esos negros
de mierda hay que --¡Dios mío!--
matarlos... (Ellos son
un buen chivo expiatorio.
¿No es cierto, cordobeses?)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario