Prendo una vela cuando
leo en voz alta. De esa misa surgen
unos cansinos nombres
que me conforman, como la niñez
vivida hace ya muchos
años y que, no obstante, me estremece,
lívida urdimbre rota
que fue. Las buluquitas y el quisquirse
me son tan propios como
el ser un desgraciado, un atorrante.
Palabras-moldes, pesca
en aguas de un ayer que en versos fijo.
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