Sometido a reyertas
emocionales cuando
estoy fuera de casa
y converso con gente
(muchas veces querida
y hasta parientes), vuelvo
al perfecto reducto
que es La Babía y pongo
la mente a trabajar
para el silencio. Crujen
los muebles y el Lagarto
duerme y aceza. Cuando
estoy fuera de casa
dejo de ser yo mismo.
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