Se ve que ya no puedo
a nadie amar. Anoche
goteaban los minutos,
uno tras otro, en una
tensa marea y líquida
en que no me llamabas.
Ahora nuevamente
el sol se ha ido y no
se escuchará el Guasap
que, brújula, me guíe
en la tormenta. A nadie
que me salve en la arena
de esta playa oiré:
odioso ser yo mismo,
conmigo mismo al fin.
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