El papi te llamaba
Negra en casa y él era
el Negro para vos.
Eso, en la intimidad.
Pero apenas te sale
contarme que tenés
sangre morena. Sí:
la de tu abuela. Como
un pudor que no puede
decir de sí: soy bueno.
Así, en la larga historia
de vastas, sucesivas
humillaciones, me hundo
en el qué soy, qué he sido,
qué seré entre los hombres
de esta América lúgubre.
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