Una vela apagada
sobre la mesa, enhiesta
e impávida en la noche,
anonadada por
el soplo que mis labios,
húmedos, dirigieron
a su pabilo, aduce
nada más que la sombra
que su medido cuerpo
proyecta. Nada más,
nada menos. (Escucho
el silencio. Un responso
me anega. Ya te fuiste.)
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