Los libros que ocuparon
mi día se desuncen
de los lomos del tiempo,
que, indiferente, sigue
deshaciendo las cosas
del mundo, como aquella
pluma que ciertamente
desgasta una montaña
cada cien años. Yo,
cuerpo como la tumba
que ya me guardará,
¿soy algo más? (El ángel
del que hablaba una tía
--¡infancia y oraciones!--
me hace decir que sí.
Luego vuelvo al mutismo.)
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