He de pasar. No hay modo
de evitarlo. El cerebro,
donde se asienta el yo,
es materia, lo mismo
que el resto de las partes
de este cuerpo, su suma.
(El yo, que ahora observa
una mano que escribe
una dudosa página
que intenta retener
en vano algún presente...)
Pasaré, pasarán
mis deudos, y mi nombre
y mi memoria al fin
serán olvido. ¡Luz
sobre este gran espanto!
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