El poder que la mente
tiene para cambiar
la realidad no existe.
No podía entender
que pensar (¡y esto es cierto!)
en alguien no lo acerca.
Así, yo me sentaba
frente al celu esperando
tu llamada. Sufría,
estólido. No obstante,
la realidad, indómita,
actuaba de por sí,
ajena. (Como vos,
que me hablarás tan sólo
según tu propio impulso.)
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