Me sometí a la Muerte
por tres años. Podía
irme en cualquier momento.
Los seres más queridos,
guardados en sus casas,
vivían a merced
de la Peste. Cualquiera
era llamado. Ahora
no salgo de mi hogar,
sólo lo imprescindible.
Habito en un peñasco
junto a un mar proceloso
prohibido para mí
(eso quiere mi angustia).
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