El alma, aniquilada
(si es que existía), muerde
su ración de veneno
obligatoria. Arriba
con ello a los galpones
de la muerte insepulta
y ya no ruega ni
espera nada. Todo
se resume en un vaho
que pronto se dispersa.
Pampita está cansada de sonreír. Le duelen bastante las mandíbulas cada vuelta que posa ante las negras cámaras. Se acuerda de sus años d...
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